José Ignacio Delgado
De ostras y pingüinos
Simon Jeffes y la Penguin Cafe Orchestra

Contaba Simon Jeffes (1949-1997) que una indigestión por comer ostras en mal estado le había provocado la febril alucinación que inspiraría uno de los proyectos musicales más imaginativos de las últimas décadas. Un sueño habitado por humanoides con cabezas de pingüino, ensimismados, incapaces de comunicarse, que aquel guitarrista de sólida formación clásica y fantasía desbordante interpretó a modo de revelación. Y así, tumbado en una playa bajo el sol a la mañana siguiente, decidió materializar el extraño, libérrimo universo de sonidos que poblaba su mente: acababa de nacer la Penguin Cafe Orchestra.
Simon fue el paradigma del músico excéntrico (muy british) que, vestido de etiqueta, lo mismo toca una miniatura al ukelele que improvisa una pieza avant-garde sobre el tono de espera de un antiguo teléfono. Extraordinario alquimista musical, se rodeó de un conjunto de intérpretes de primer orden, la mayoría provenientes de los circuitos de la Clásica y el Jazz, que quedaban deslumbrados por su imaginativa propuesta. El estilo del ensemble, imposible de definir, era un crisol de influencias que se hilvanan con deshinibida y aparente facilidad. Hipnótico y fascinante. Títulos como “Music by Numbers”, “Pitagoras Trousers”, "Music for a found Harmonium" (la historia tras esta pieza es deliciosa) o "The ecstasy of dancing fleas" advierten de la locura que se avecinaba: reminiscencias de música tradicional andina y hawaiana, ritmos africanos, ecos de Philip Glass y otros "minimalistas", dinámicos arranques jazzísticos o contenidas evocaciones de Música de Cámara, todo cabía en aquel sorprendente y multicolor cajón de sastre.
Sin embargo, más allá de la extravagancia de su planteamiento, la música producida por la PCO pervive en mi memoria gracias a su mágica capacidad para evocar un cierto sentimiento de "nostálgica alegría de vivir", si se entiende lo que quiero decir. Ese velo casi transparente de tristeza que nos envuelve incluso en los mejores momentos, avisando de la fugacidad de los días felices, que Jeffes supo expresar con exquisito acierto. Parte de la banda sonora del fin de la adolescencia y de mis primeros viajes, en la guantera del coche o en el fondo de una mochila siempre aparecía una cinta de la Penguin.
Simon Jeffes murió prematuramente a causa de un tumor cerebral en 1997. Su legado abarca suficientes grabaciones para dar cuenta de que aquel proyecto surgido de una indigestión de ostras no fue cosa de un día, sino una obra de envergadura (por más que algunos vean en ella cierta chic frivolidad). Su hijo continúa haciendo conciertos con una formación llamada "Penguin Cafe", imitando el estilo del padre en una suerte de interminable homenaje. No confundir por tanto ambos ensembles. Dicen los que entienden que, aunque la música es muy parecida, no suena como el original porque es más fría. Entiendo perfectamente lo que quieren decir: el genio y la ironía que alumbraba a Simon se apagaron cuando lo hizo él.
Aquí dejo un documento insólito y revelador. Un breve concierto con explicaciones del propio Simon Jeffes, para la BBC. Acaso agrade a quien ya conozca a la Penguin Cafe Orchestra o para otros suponga un descubrimiento: