José Ignacio Delgado
Saint Maud
Perturbadora exploración de una psique atormentada.
Guión&Dirección Rose Glass
Reparto Morfydd Clark, Jennifer Ehle, Turlough Convery, Lily Knight
País Reino Unido

No faltará quien, tras visionar esta inquietante película, vea en ella una fiera crítica al fanatismo religioso. Ignoro si esta era la intención de Rose Glass cuando acometió su brillante ópera prima, siniestra fábula que narra con dolorosa meticulosidad el descenso a los infiernos de su protagonista. La búsqueda por parte de Maud de una respuesta de Dios a través del dolor y el castigo autoinfligido, acaso sea producto de esa inefable sensación de soledad que a todos nos envuelve, aunque algunos sean más proclives a sufrir por ello. La actriz Morfydd Clark, completamente entregada a un papel que fácilmente podría caer en el exceso, realiza un excepcional trabajo que resulta tanto más desasosegante cuanto que está basado en la contención y en el poder de una mirada siempre fija en algo 'más allá'. Maud es una enfermera a la que asignan el cuidado de una famosa bailarina con cáncer en estado terminal. La devota solicitud con que, traspasando los límites de su misión terapéutica, intenta salvar el alma de la paciente, las aboca a una pugna de amor-odio que hace aflorar lo mejor y peor de cada una. Inevitablemente el frágil equilibrio de fuerzas termina por romperse. Se asiste entonces con creciente incomodidad al deambular penitente de 'Saint Maud', perdida ya sin remedio en su laberinto. Algunas escenas permanecen en la memoria y remueven con su espanto físico y metafísico. Hay ecos de la referencial "El Exorcista" (Friedkin), pero también de "Repulsión" (Polanski) y "La pasión de Juana de Arco" (Dreyer). Se trata, en fin, de una fascinante y terrible introspección sobre la locura, la autosugestión y la culpa, al punto que uno también quisiera creer en la ansiada 'otra realidad' de Maud y en que su castigo (esa necesidad heredada de expiar secretos pecados) acabará por traerle la paz. La respuesta aguarda, literalmente, en el último segundo de esta notable historia de santos y fantasmas.