José Ignacio Delgado
Spencer
Crónica de un 'finde' con Kristen y Lady Di

Ignoro, a estas alturas, si han concedido a Kristen Stewart el óscar por su compungida interpretación de la 'princesa del pueblo' (en España ese título lo sigue ostentando la ex de un torero). Se me disculpará el lapsus: la galleta de otro miembro de la realeza, antiguo príncipe de Bel-Air -hoy de Beckelar-, ha eclipsado cualquier otra noticia de la noche de marras. En cualquier caso, la actriz venía acumulando premios y reconocimientos, así como la película todo tipo de elogios. La Wikipedia la define como mezcla de drama y biopic, así que me acomodo en el asiento intentando aparcar mis prejuicios sobre todo aquello que representa, recién lanzado el telescopio espacial James Webb, la pervivencia de privilegios heredados por línea de sangre y su eco en los platós televisivos y planfletos de papel cuché. La historia arranca con una extraviada Lady Di conduciendo su Porsche descapotable por la sinuosa campiña inglesa en busca del palacio donde la Familia Real, cumpliendo una arraigada costumbre, pasará el fin de semana (pronto se mostrará también que el 'extravío' de Lady Di se extiende a otros ámbitos de su existencia). Tras sendos encuentros con un cocinero y un espantapájaros llega por fin a su destino. Allí, siguiendo otra añeja tradición, debe pesarse en una báscula. Comienza entonces el pesadillesco finde en que la entregada Kristen (cuánto más me gustó en "Personal Shopper"...) trata de convencernos del infierno personal de Diana (aka Spencer), en una historia que pretende trasladar el malsano ambiente de "Repulsión" al endogámico universo de los Windsor. Sin embargo, resulta obvio, Larraín no es Polanski. Una estética, eso sí, interesante y muy bien fotografiada; intérpretes con acento muy british y el siempre fascinador empaque de la aristocracia en sus mansiones. La trama (me ha faltado perspicacia para identificarla) no dudo que tiene interés: no olvidemos que las aventuras de Diana embobaron a medio mundo durante décadas. Pero yo no logro conectar con el empeño -algo narcisista- de 'Kristiana' por mostrar al pueblo llano que los ricos también lloran. Tampoco entiendo muy bien qué tipo de historia se quiere contar. ¿Es una crítica al rígido protocolo de la corte británica, o a la institución misma? ¿Tal vez el intento de justificación, en clave feminista, de una vida de privilegios? ¿Un retrato de la bulimia nerviosa? ¿O acaso una solapada reivindicación de las sustancias alucinógenas que propician la interacción de Lady Di con la mismísima Ana Bolena?...
Me quedo con las clandestinas incursiones en las cocinas de Palacio (yo también salgo a cazar pastelería fina de madrugada) y con las contenidas pero lúcidas reflexiones de esa especie de cuidador del protocolo que sigue a Diana como una sombra. Por lo demás, constato que nunca podré ser (tampoco) crítico de cine: está visto que me falta voluntad para superar mis prejuicios.