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  • Foto del escritorJosé Ignacio Delgado

Vangelis




"Estamos hechos de materia de estrellas que ha tomado las riendas de su destino"

(Carl Sagan: "Cosmos")



Como suele ser norma en la siempre apresurada redacción de obituarios, hoy las publicaciones digitales e impresas se saturan de tópicos para ensalzar la figura del finado. La providencial existencia de la Wikipedia es una bendición para los rellenadores de huecos (utilicemos con moderación el término 'creador de contenido'). Y es que cuesta encontrar algún dato relevante, más allá del 'corta y pega' de los lugares comunes, que ilumine sobre una personalidad artística tan compleja como la del músico Vangelis. Diríase que hoy la glosa de un artista consiste, principalmente, en enfatizar sobre los millones de discos que ha conseguido vender; sin embargo en el caso que nos ocupa, uno de sus mayores empeños fue escapar de las exigencias de una industria que esperaba de él la repetición ad nauseam de las fórmulas gracias a las que consiguió sus mayores éxitos.


Dicho lo cual invito a cualquiera que sienta curiosidad por datos biográficos o excentricidades de las que el imaginario colectivo espera de una estrella, a elegir entre las incontables reseñas que aparecen por doquier. Yo dedicaré estas breves líneas a opinar, obviamente de forma subjetiva, sobre alguna de las peculiaridades que hicieron de Vangelis un compositor rara avis, a medio camino entre la indiferencia de parte de la crítica y el enorme eco popular de alguna de sus composiciones. Enmarcado inicialmente en la época del llamado 'Rock Progresivo' (una de cuyas características diferenciadoras era el virtuosismo instrumental) nuestro héroe no terminó de encontrar encaje en alguno de los proyectos punteros de aquel tiempo. Por ejemplo, en 1975 fue llamado a las audiciones del grupo Yes para sustituir a uno de los 'monstruos sagrados' de los teclados, Rick Wakeman. Yes se caracterizaba por la maestría de sus componentes en sus respectivos instrumentos y, aunque no trascendieron las razones, la vacante fue cubierta finalmente por Patrick Moraz. No obstante, el encuentro sirvió para que el griego trabase amistad con el cantante Jon Anderson, poseedor de una característica voz etérea que encajaría con sus ampulosos y planeadores tapices sonoros. Así, 'Jon and Vangelis' editaron algún disco agradable si bien no llamado a permanecer en la memoria. Apunto esta anécdota para opinar (siempre desde el sesgo particular de quien escribe) que la música de Vangelis tiene la característica de resultar perfecta para acompañar imágenes, pero quizá no tanto para sugerirlas. Tal vez por ello fue acogido con más calor en el surgimiento del New Age, que concedía importancia a conceptos como la relajación y la creación de atmósferas amables. A mi entender, su obra más ambiciosa y profunda es la conceptual "El Greco", homenaje a su compatriota pintor del S. XVI (él también se sentía pintor). En sus discos más reconocidos, "Spiral", "Alpha" o "Albedo 0,39", me cuesta encontrar la incitación a 'ir más allá' que he sentido escuchando a Keith Emerson o Tony Banks, por citar a dos teclistas-compositores emblemáticos del movimiento Prog. Vangelis, como Kitaro y en cierta medida J.M. Jarre (tras el genial "Oxígeno" bien puede afirmarse que el francés se 'quedó sin aire'), se apuntaron con entusiasmo a experimentar con la incipiente tecnología de mellotrones, sintetizadores, secuenciadores, etc., pero remitiéndose a esquemas compositivos 'ya escuchados', no a la vanguardia formal y conceptual que uno podría esperar de los enfant terrible de dicho género. No negaré que en los discos de Vangelis encontramos algunos temas realmente interesantes, pero no es menos cierto que los hallazgos muchas veces quedan opacados por la masiva utilización de su arsenal tecnológico, siendo así que los mejores momentos llegan cuando opta por la austeridad y lo sutil. Sirva de ejemplo el tema que da nombre y sirve de cierre a "Albedo 0,39", donde se limita a acompañar a una voz que va recitando 'fríos' datos científicos sobre nuestro planeta (distancia al sol, a la luna, peso, masa, albedo...), con un resultado inesperadamente emotivo. Y es que en Vangelis puede aplicarse con todo rigor la cita de Van der Rohe "menos es más". Quizá por ello, al verse limitado a 'complementar' un lenguaje visual, es en el cine dónde saca lo mejor de sí mismo, con resultados no pocas veces antológicos. Yo, como tantos otros, asociaré siempre su música a las fascinantes narraciones cósmicas de Carl Sagan que marcaron mi adolescencia; al imposible amor entre Rick Deckar y la replicante Rachel; a la terrible secuencia de Alejandro el macedonio cargando contra los elefantes a lomos de Bucéfalo; a la carrera de unos deportistas, fatigando la espuma entre el mar y la tierra, en una playa neblinosa. Muy pocos compositores tienen el talento para que una de sus melodías llegue a ser universalmente asociada a la épica, el esfuerzo y la superación; Evangelos Odysseas Papathanassiou, que subió ayer a su carro de fuego, es uno de ellos.






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